Dirigido por Tania Alexander; con Ozzy Osbourne, Sharon Osbourne, Billy Idol y Billy Corgan (entre otros famosos). 123 mins. (Paramount+)
Por Julio Cortés
El cantante británico Ozzy Osbourne murió el 22 de julio, y curiosamente 17 días antes hizo su última presentación, en un concierto a manera de homenaje por su trayectoria de más de cinco décadas. Su segunda esposa, Sharon, fue la organizadora del evento, pero también coordinó la producción de Ozzy: No Escape From Now (Sin Escape Desde Ahora), un documental que se centra en los últimos seis años de vida del artista también conocido como "El Príncipe de Las Tinieblas", resaltando su deterioro físico, pero también su constante dedicación a su carrera.
Es inevitable que un documental dirigido por una productora de reality shows provoque desconfianza al principio, pero Tania Alexander obtiene en la segunda mitad de No Escape From Now un trabajo digno. Osbourne nunca fue un gran cantante, pero tenía una voz completamente distinguible. Algunos de sus hijos, como Kelly Osbourne, Jack Osbourne y Aimee Osbourne (esta última casi un clon de Sharon) comentan cómo su padre amaba grabar discos y presentarse en concierto. Las adicciones de Ozzy a las drogas y el alcohol tuvieron repercusiones en su físico, pero a diferencia de otros artistas que en sus últimos meses de vida evitaron las cámaras (como David Bowie o Brian Wilson), él siguió dando entrevistas, sobre todo las relacionadas con su último concierto, que se llevó a cabo en Birmingham y en el que participaron grupos como Metallica, Mastodon, Pantera, Anthrax, Tool y Guns N' Roses. También hay escenas sobre su inducción al Rock & Roll Hall of Fame, en el que da un discurso de agradecimiento, resaltando que tras su estancia en la banda Black Sabbath su carrera como solista no habría despegado bien, si no fuera por su alianza por el guitarrista Randy Rhoads (fallecido en 1982).
Hay un personaje no muy agradable aquí: se trata del productor Andrew Watt, conocido por sus trabajos con Miley Cyrus, Justin Bieber, Britney Spears y Dua Lipa. Ya sea con intención genuina o por pose, él prácticamente asume el papel de "dueño artístico" de Ozzy durante las últimas grabaciones que éste realizó. Mucho más interesantes son las declaraciones de James Hetfield, Billy Corgan, Billy Idol o Maynard James Keenan, quienes se muestran visiblemente emocionados por pasar minutos con su ídolo. Es uno de los puntos importantes en la dirección de Alexander: resaltar el plano musical y no explotar demasiado los detalles personales, aunque sigo pensando que es demasiado tiempo en pantalla para los familiares del artista.
Ozzy murió a los 76 años, pero lucía mucho más deteriorado debido a una operación en el cuello, la pérdida del oído y a que padecía Parkinson; esto último provocó que caminara con dificultad, teniendo que usar un bastón. En varios pasajes del documental es notable cómo va perdiendo el ánimo, declarando que sabe que se acerca su muerte, pero también que se siente satisfecho por lo que ha logrado profesionalmente. El artista (que fue uno de los pilares del heavy metal) tuvo su época dorada con una trilogía de álbumes -Blizzard Of Oz, Diary Of a Madman y Bark At The Moon-, junto con la obra maestra Tribute (de 1987) y su sencillo de mayor éxito (Mama I'm Coming Home). Algo había de gran guiñol, pero su error fue el haber aceptado hacer en 2002 un reality show para MTV, en el que también aparecía su familia. A manera de regreso eso le dio popularidad, pero también una imagen bufonesca que restó credibilidad a sus producciones musicales posteriores, centrándolas en un público cautivo. Fue el precio que Ozzy Osbourne tuvo que pagar, pero eso claramente no se expone en No Escape From Now.
(Nota: El documental termina casi abruptamente, quizá para dejar ansiosos a los fans por disfrutar en su totalidad el último concierto de Ozzy Osbourne, titulado Back To The Beginning, cuyos mejores momentos estarán incluidos en una película que se estrenará en cines el año próximo, para después ser lanzada en DVD y Blu-ray)
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