Los récords de ventas que
obtuvo este año Scorpion, el sexto álbum del rapper canadiense Drake, resultan
impresionantes, aunque las críticas hacia esta producción fueron diversas. El
ambicioso disco doble tiene varios momentos sobresalientes, pero Drake se
sumergió totalmente en los arreglos de trap (Im upset, Elevate, Emotionless),
logrando que la primera mitad (o el CD1) sonara monótona, con originales
samples como recordatorio de la diferencia de los tracks (Nonstop, Mob ties).
¿Por qué? Porque las letras de Drake aquí se resumen a tres temas: a) los
estragos de la fama y de ser rico; b) el daño que le han hecho mujeres en
pasadas relaciones amorosas, y c) su ego en sí, lo cual no hicieron de esos
textos algo sobresaliente. La segunda mitad, mucho más interesante, es una
colección de temas R&B (Final fantasy) y baladas (Peak, Jaded), en las que
el artista se suelta un poco pero no puede dejar de reflejar la influencia de
estrellas como Khalid, The Weeknd y Bryson Tiller. El éxito de Scorpion como
producto de entretenimiento también se puede ver como una distracción al
panorama turbulento este año en Estados Unidos, pero como muchos otros álbumes
dobles de contenido desigual, si hubiera sido editado hasta llegar a tener la
mitad de canciones que contiene (junto con sus seis exitosos singles), habría dado como resultado un clásico del género, y no por sus ventas, sino por su contenido
especial.
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