El regreso en 2017 de Gorillaz, el proyecto del músico inglés Damon Albarn, estuvo lleno de pros y contras. Por un lado, el presentar a los integrantes virtuales como algo más real se alejó del concepto original, que era algo desenfadado, espontáneo; por el otro, la música fue más densa, a tono con la producción que lanzaron en 2011, The Fall. El álbum de este año -Humanz-, más orientado hacia el funk, tuvo colaboraciones brillantes (como la de Grace Jones) pero un exceso de sencillos débiles, olvidables y casi no comerciales (sí, atrás quedó la época de CDs como Demon Days). Una excepción pasó a ser Strobelite, un dance track en el que destaca la voz de Peven Everett. Ahora sólo hay que esperar a que Albarn reagrupe su otra banda, Blur.
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