En los 80s Rick Springfield se
distinguió por mantener una sólida y exitosa carrera en el pop. Pero nunca dejó
de grabar en los últimos 15 años, y recibió mucha atención tras su papel
coestelar en Ricki and the flash, el último filme del director Jonathan Demme.
A principios de 2018 Springfield lanzó The snake king, uno de los mejores
álbumes del año, en el que se distinguió por tres cosas: lucirse como
guitarrista, lograr arreglos que fusionaron adecuadamente rock, blues y folk
(con todo y armónica, sin sonar a cantantes amateurs de bar) y mantener
seriedad en sus temas. Es un disco largo, pero en el que hace su propio
homenaje a estrellas como Bob Dylan, George Thorogood y Chuck Berry en tracks como Santa is an
anagram, Judas tree, The devil that you know y el single In the land of the
blind. La última canción, Orpheus in the underworld, es un relato con influencia
de la última canción de Dylan en Blood on the tracks. No fue tarea fácil la de Rick Springfield en The snake king, pues por fin consiguió ser
respetado no por una ni dos, sino por tres generaciones de fans del buen rock.
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