viernes, 3 de octubre de 2008

Guilty Pleasures ‘80’s (en español).- Laureano Brizuela.- Nada Contra Nada (Melody, 1985)



La semana pasada, en la calle, vi que un personaje de cabello negro y rizado bajaba de un taxi, como cualquier persona. Era Laureano Brizuela, todo un ícono de los ochentas que claro, meece un espacio en Las Notas De Mister Eco. Laureano comenzó en los setentas como un trovador de cabello lacio, pero sin que nadie lo esperara, en el otoño de 1985 (poco después del temblor que ocurrió en la ciudad de México) fue lanzado en una campaña de mercaodetcnia poco común (y a la larga muy efectiva): el programa Video Exitos estreno su videoclip Nada Contra Nada, mucho antes de que la canción se escuchara en la radio. Pasaron los meses, y se programaba el videoclip del segundo sencillo (Gritando Que Te Quiero), otro meses y el video del tercero (Fuerte), y así, hasta que el público conocía el contenido de medio disco y lo compraba (con la programación de los sencillos a más no poder). Laureano tenía un eslogan (o mote), El Angel Del Rock, que causaba polémica, ya que mucha gente decía “este tipo no es rock”. La verdad es que su álbum debut era rock pop y baladas, con unas cinco o seis canciones bastante buenas. En 1986 lanzó el disco Solo, y en el 87 salió a la venta Viento Del Sur; recuerdo que en concierto Laureano era competente (algo así como Beto Cuevas ahora, pero con mucho más éxito), y en el que yo asistí –donde presentaba a la prensa su tercer álbum, en octubre de 1987, si no me equivoco-) hubo una falla técnica por la cual se fue el sonido (pero no las luces), y el público coreaba las canciones aunque no se escucharan los instrumentos (algunos despistados e ingenuos periodistas se referían a su tema Nada Contra Nada como Líneas Paralelas, cuando en realidad esas dos palabras forman parte del coro, pero no son el título). En mi opinión, a partir de 1988 u 89 la carrera de Laureano comenzó a ir para abajo, y ya en los noventas era básicamente un cantante de baladas rítmicas (con un cambio de disquera además). Pero su estatus de ícono ochentero es innegable, ahí está, y es lo que pasó por mi mente (y la de las otras personas ahí presentes) cuando lo vi bajar de ese taxi.






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